INSTRUCCIONES PARA PARTICIPAR EN ESTE BLOG
Cada semana leeremos un cuento o un poema de algún autor hispano.
Te invito a participar de la siguiente manera:
1. Escoge un cuento, poema, o ensayo de la lista de autores que aparece en la columna del lado derecho del blog. Para encontrar un ejemplo, haz clic aquí.
2. Después de leer el material elegido, crea una historia usando las ocho palabras que el grupo ¿Y... qué me cuentas? escogió en clase, o escoge otras ocho palabras de la lectura que quieras practicar. Para encontrar un ejemplo, haz clic aquí.
3. Sube tu historia usando el enlace de comentarios ("comments"). Lo encontrarás al final de cada lectura.
No temas cometer errores en tu historia. Yo estoy aquí para ayudarte. Tan pronto subas tu historia, yo te mandaré mis comentarios.
¿Estás listo? ¡ Adelante!

Escuchen los ipods de

Y…¿qué me cuentas?

Este video muestra el momento en el que los estudiantes de

Y…¿qué me cuentas?

crean una historia usando ocho palabras extraídas de un cuento previamente leído en clase.

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Y…¿qué me cuentas?

Recomendación al Gobierno de México por parte del Consejo Consultivo del Instituto de los Mexicanos en el Exterior (CCIME) durante su XVII reunión ordinaria.

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Wednesday, June 23, 2010

El dinosaurio by Augusto Monterroso

El dinosaurio
Augusto Monterroso

When I started the class, the dinosaur was still there… It’s been there waiting for me since the first time I read it in class, almost a year ago. I didn’t expect it today. In fact, I came to class prepared to read another Monterroso’s story : “El mono que quiso ser escritor satírico”. Nevertheless, the dinosaur was still there and appeared when we read Monterroso biography.

El dinosaurio is considered one of the world’s shortest stories. It is made out of seven words:

"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí"


Due to its shortness, "El dinosaurio" short story was included in Monterroso's biography, and I was forced to talk about it in class. In fact, I would say that the dinosaur forced me to talk about him. I was obliged to him. One year ago, I tried to talk about him in class, but other than a student who got angry saying that it wasn’t a short story, nobody else seemed interested in talking about it. This time, it was really different.

Let me share with you the students’ opinions. Please notice that some of the opinions do not have a clean syntax because I tried to write them the closest way they said them.

Student 1. Invita a tratamiento satírico: “Cuando despertó, Bush era todavía presidente”. Es un cuento de miles de años. Es antiguo, como Larry King. No es un cuento, es un tweet.

Student 2. Es un dinosaurio filosófico. El dinosaurio duda de su misma existencia. Es un dinosaurio Kantiano. El autor no tiene respeto por los filósofos en su búsqueda de responder la pregunta “existo o no”. El dinosaurio despertó y no sabe si existió.
Student 3. Es un “Hypnopompic hallucination”. Está durmiendo y la media noche despierta uno. Una vez vi escultura complicada en el techo hecha de genes.
Student 4. Ve a la ventana. Ve un dinosaurio. Cree que es un sueño. Duerme esperando que despierte y el sueño ya no está. Pero él despierta y el dinosaurio está. Cree que necesita dormir otra vez. Despierta y el dinosaurio está. Duerme. Despierta. El dinosaurio está. Es pesadilla. No escapa pesadilla.
Student 5. No significa nada. Es forma de burlarse de los lectores
Student 6. El dinosaurio existe cuando desaparece.
Student 7. Es un cuento que cambia siempre. Depende de la imaginación del lector. No es estático.

After our discussion, I suggested them to use the seven words from El dinosaurio, because it was impossible to find other words in the story, other than looking for them in the biography.

The seven words are:
cuando
despertó
el
dinosaurio
todavía
estaba
allí

The group started with this idea:

“Cuando vivían los dinosaurios los euhippos estaban por nacer. El tiempo de los mamiferos todavía no había despertado...”

Nevertheless, the group didn't feel comfortable with the development of the idea, so they decided to change it. The final result of the story, is as follows:

“Cuando vivían los dinosaurios los euhippos estaban muy tristes porque cada noche tenían pesadillas acerca de ser comidos por ellos. Se alegraban mucho al despertarse allí, en el bosque. El caballo de hoy todavía tiene la memoria de los dinosaurios.”

As you can see, a seven words short story stimulated student’s discussion and imagination!

Now, what about giving a try!

Write your own idea and submit it in the blog.

¿Haya o Haiga?


Gramatica de uso del Espanol / Spanish Grammar: Teoria y practica con solucionario/ Theory and Practice with solutions (Spanish Edition)Search Amazon.com for gramatica del espanol
Haiga o haya
Por : Ramón Talavera Franco
En literatura y en la vida real, haya y haiga son palabras que definen a la persona que las pronuncia. Al emplear cualquiera de estas dos palabras, el hablante da a conocer su nivel académico, su nivel sociocultural, o da una idea de la comunidad a la que pertenece. Haya y haiga son palabras que se repelen en su búsqueda de un mismo significado. Las dos buscan ser la conjugación en primera y tercera persona del verbo irregular haber en subjuntivo. La primera lo logra en el habla y la escritura formal. La segunda lo logra en el habla y la escritura vulgar. La única comunión posible entre las dos se consigue por la literatura.

De acuerdo con el Diccionario de la Lenguas Española, haya es la correcta conjugación del verbo haber. De acuerdo al mismo diccionario, haiga es una palabra incorrecta para conjugar dicho verbo la cual, en la actualidad, tiene un significado muy distinto: “Automóvil muy grande y ostentoso”. Por otra parte, el Diccionario Panhispánico de Dudas menciona que “hoy son ajenas a la norma culta las formas del presente de subjuntivo haiga, haigas, etc. (330)”.

La norma culta, la que pule al idioma en su sintaxis y ortografía, es la que usamos para comunicarnos en español formal. Por el contrario, el español vulgar - la voz del pueblo- es menos cuidado en su sintaxis y ortografía. Con ambos nos comunicamos y nos definimos socialmente.

Haiga llegó con los primeros colonizadores españoles. Recordemos que muchos de ellos carecían de educación formal y por ello trajeron con ellos el habla vulgar de la época. La subsistencia de haiga ha dependido, entre otros factores por: 1) la relación del hombre con su comunidad, y 2) la lejanía de las regiones en las que se habla con respecto a las grandes ciudades.

En primer lugar hay que tomar en cuenta la relación de una comunidad con las palabras que utiliza. Dentro de las grandes urbes existen sectores sociales que deambulan al margen del habla formal. Los barrios son el mejor ejemplo de ello. Pese a que estas comunidades están expuestas al habla formal por los periódicos y revistas que leen, por el contacto continuo con los medios electrónicos de comunicación y por estar inmersos en una urbe en donde las instituciones educativas tienen fuerte presencia, no utilizan la norma culta porque la mayor parte de su vida y sus negocios están dentro de la misma comunidad. En ella el código lingüístico es el habla popular. Utilizar el habla formal sería borrarse de su propia comunidad.
En segundo lugar debemos tomar en cuenta que, a diferencia de los barrios que están dentro de grandes urbes, hay otras comunidades alejadas de ellas, y esta lejanía, hace poco accesible la educación formal. Por ello el idioma queda rezagado a viejas fórmulas y/o deformaciones gramaticales dictadas por el habla vulgar. Las zonas rurales y las zonas fronterizas son un ejemplo de ello.

Cabe hacer mención que en estas últimas zonas, el hablante se enfrenta a una barrera extra: el predominio del idioma inglés sobre el español. En las escuelas ubicadas en la frontera norte, se enseña la norma culta del idioma inglés. En algunos hogares con herencia mexicana ubicados en esa misma área geográfica, se enseña la forma vulgar del español en su uso cotidiano. Como el inglés es el idioma imperante en dicha región, la norma culta del español rara vez se enseña. Por ello, no es sorprendente escuchar haiga de personas que cuentan con maestrías o doctorados en inglés, puesto que la norma culta del español, nunca les fue enseñada.

Solo la literatura reconcilia haya y haiga. La pluma de escritores de ficción logra que haya y haiga convivan en un mismo texto sin que causen incomodidad. En la literatura mexicana del siglo XX, autores como Juan Rulfo, José Revueltas o el popular Margarito Ledesma, sólo para citar tres, utilizan haya y haiga para darle color a sus personajes. Pero por ser literatura, los autores están muy concientes de qué personaje debe utilizar qué termino y en que circunstancias; conciencia que muchas veces no se aplica en la vida real.

Obras citadas
1. Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española. Web. 23 Jun 2010
2. Diccionario Panhispánico de Dudas. Colombia: Santillana Ediciones Generales, S.L. 2005. Print

Wednesday, June 16, 2010

Reading and Writing exercise "Batallas de Amor" by Margarito Ledesma

This is the list of the eight words that the "Y que me cuentas!" group chose to write an exercise. These words were taken from "Batallas de Amor", by Margarito Ledesma.

1. fuereña
2. garbosa
3. harto
4. guantadas
5. volteaban
6. cartita
7. platicaba
8. embozado


Their first attempt to create a story started like this:
"La fuereña embozada y garbosa estaba leyendo una cartita..."

Then, it was modified. This is the final result:

"La fuereña garbosa platicaba con un embozado acerca de la cartita. Ella le dio unas guantadas a él porque a cada rato volteaba a ver a las chicas que pasaban. Y la fuereña está harta de los modos del embozado."

Now it is your turn. Submit your idea in the comments tab and I'll be glad to give you my feed back.

Sunday, June 13, 2010

¡ Y qué me cuentas!: Batallas de Amor, by Margarito Ledesma

¡ Y qué me cuentas!: Batallas de Amor, by Margarito Ledesma

Batallas de Amor, by Margarito Ledesma. Haz click en la imagen para leer explicación de algunas palabras del poema.


Batallas de Amor
Por una ingrata fuereña

Pasó tan estirada y tan gargosa
y con unos andados tan decentes,
que voltiaban nomás todas las gentes
y decían pensativas: -- ¡Haiga cosa!

Y se quedaban lelos de mirarla
con aquella hermosura tan divina.
Algunos le seguían hasta la esquina
y otros corrían por alcanzarla.

Yo también, al mirar ese tesoro,
me indagué de su nombre y de sus señas,
y supe que pendía de unas fuereñas
que llegaron antier de Tarimoro.

Y como no me gustan las tardanzas,
sino hacer todo pronto y al instante,
le puse una cartita muy tronante,
llena de amor y hasta algo de esperanzas,

Y no aguardé contestación ni nada
solamente esperé que anocheciera
y salí de mi casa a la carrera
hasta llegar enfrente a su morada.

Pero era más mejor no haber llegado,
pues a la luz incierta y meridiana,
vislumbré que, pegado a su ventana,
estaba muy envuelto un embozado,

Y vi que platicaban muy sonrientes
y hasta muy agarrados de la mano,
sin importarle a ella ni al cristiano
que los miraran al pasar las gentes.

Entonces, al mirar ese fracaso,
bastante disgustado y sorprendido,
le jalé la cobija al individuo,
y le hice ver andaba en muy malpaso.

Y, ¿para qué les cuento lo que hablamos
y el pleitazo tan fiero que tuvimos?
Un porcional de cosas nos dijimos
y bastante las caras nos golpeamos.

Y, no me lo han de creer: con la golpiza
no le dio a la mujer tantito susto.
Más bien parece que tenía harto gusto,
pues nomás se carcajiaba de la risa.

Al mirar eso, dije: -- ¡Margarito!
No sigas adelante; aquí no hay modo.
Déjala, pues, y que se acabe todo,
para que vea que no la necesito.

Y entonces, como un último saludo,
antes de fumigarme entre el arcano,
le pegué otras guantadas al cristiano,
y él también me arrimó las más que pudo.

Pero después de tanta fafaralla,
se aclaró que no es gallo de pelea,
porque, cuando ya vio la cosa fea,
me pidió paz y dijo que aquí es valla.

Nota.- Yo no pensaba poner este penoso sucedido; pero, como en una población chica todo se sabe, yo he sabido que la ingrata mujer anda diciendo que bien que me moquetió el individuo y que yo ni las manos metí. Por eso pongo aquí la verdad, para que se sepa y para que vean que hasta las mujeres bonitas saben echar mentiras, pues lo cierto es que, cuando el cristiano se veía muy agobiado con los golpes, nomás decía: “Hora toca descanso”, y se tapaba la cara con las manos hasta que se reponía tantito; y yo no llegué a decir nada de eso, y hasta fui tan legal de esperarlo cada vez que decía que tocaba descanso.

Friday, June 11, 2010

¿Cómo estamos?

¿Cómo estamos?
Por Ramón Talavera Franco
06.11.10

En el habla coloquial nos expresamos de forma diferente de acuerdo a lo que queremos transmitir, y a quién deseamos transmitírselo. No le hablamos igual a nuestro padre, que a nuestro amigo. Para cada uno de ellos, sentimos la necesidad de usar un lenguaje diferente. A veces deformamos la sintaxis; otras deformamos las palabras. Muchas veces lo hacemos sin darnos cuenta. Otras veces, sin saberlo. La discordancia, es una de estas deformaciones gramaticales en las que caemos a menudo para transmitir las emociones y los pensamientos que a veces, las palabras gramaticalmente ordenadas, no nos dejan transmitir.

Para explicarme mejor, voy a comenzar por deformar la regla de escritura. En lugar de comunicar mis ideas en tercera persona, las voy a comunicar en la segunda persona del singular: tú. De esta manera te voy a convertir a ti en mi interlocutor, y creo que voy a poder explicarte mejor mi idea.

Todo esto lo menciono porque quiero que sepas que si te encuentro en la calle, me va a dar tanto gusto verte que seguramente te voy a preguntar: ¿Cómo estamos? No, no me vayas a ver como si te estuviera haciendo una pregunta retórica, porque la pregunta sí tiene respuesta. La pregunta en realidad es ¿Cómo estás tú? Sin embargo, mi pregunta la deformo y me “meto en ella”. De esta manera, tu respuesta modificará mi estado de ánimo, o se hará similar a él, durante el tiempo que estemos juntos.

Al preguntarte ¿Cómo estamos?, me estoy acercando más a ti. Para ello, necesito modificar la conjugación del verbo “Estar”, a la primera persona del plural “estamos”. Como sabes, lo correcto debería ser usar el verbo en la segunda persona del singular: “estás”. Pero si lo utilizo, siento que te alejo, y que no comparto tus sentimientos. Todo es cuestión de demostrarte que me importas.

Por ello, para acercarme a ti, tengo que hacer una discordancia entre el sujeto, que eres tú, y el verbo utilizado en primera persona del plural: “estamos”. Gramaticalmente hablando, esto es incorrecto, pero en el habla coloquial, es aceptado.

Ya sé que ahora te preguntarás “¿discordancia en el sujeto?” No veo el sujeto en la pregunta “¿Cómo estamos?” ¿Dónde está el sujeto? Pues bien, aunque no lo veas escrito, o no lo escuches, el sujeto está implícito en la pregunta. Es lo que en gramática se llama sujeto tácito. Pero ¡ojo!, en este caso el sujeto tácito eres tú, no nosotros, y por eso el verbo debería estar conjugado en segunda persona del singular y no en primera persona del plural, como está formulada. Por eso es una discordancia.

Una vez aclarado el punto, no te confundas cuando te pregunte ¿Cómo estamos? No intentes decirme como estoy yo, pues eso tú no lo sabes. Basta con que me digas cómo estás tú, y la discordancia gramatical, no afectará entender la pregunta.

¡Y qué me cuentas!

Wednesday, June 9, 2010

Writing and Reading Excercise of "Cien Años de Soledad" by Gabriel García Márquez

Here it is the list of eight words to write a story,paragraph,sentence or poem taken from "Cien Años de Soledad" by Gabriel García Márquez. This list was created by the "Y qué me cuentas!" group.

Submit your exercise in the comments link. As soon as I receive it, I'll send you my comments.

Good Luck!


1. soñaba
2. desahogo
3. tataranieto
4. aliviar
5. ventana
6. aburrido
7. engendrar
8. cañones

Verbo Chingar

This document describes very clear the different meanings of the verb “Chingar”. If you know who the author is, please let me know to include his/her name here.

Ramón Talavera


EL VERBO CHINGAR

El origen del vocablo chingar lo describe en una forma más literaria Octavio Paz, en El laberinto de la soledad (léelo y te sorprenderás, es más, mirarás al mexicano en su ideología al desnudo, y quizás entonces entiendas el porqué de la condición de México) en el que menciona que 'la chingada' era La Malinche. Inicialmente se usó el término de una manera peyorativa, era la traidora, la que 'chingó a los mexicanos' . . . sin duda alguna en este libro logra un excelente ensayo que le mereció el Premio Nobel.

El verbo CHINGAR es por excelencia el verbo del léxico mexicano que se utiliza para todo, desde lo mejor que está chingón hasta lo peor que está de la chingada. Quizás en nuestro maravilloso idioma una de las palabras que más aplicaciones tiene es el verbo CHINGAR en todas sus formas: debido al auge en uso que ha tomado este hermoso vocablo, la Real Academia Española de la Lengua ha decidido aceptarlo formalmente.

DENOTANDO FRAUDE
Me chingaron

IGNORANCIA
Sepa la chingada

AMENAZA
Te voy a chingar

PRESUMIR
Soy el más chingón

DISTANCIA
Hasta la chingada

DESPRECIO
Vales para pura chingada

CELOS
¿Con quién chingados estabas?

INCONFORMIDAD
¡Son chingaderas! Ya ni la chingan . . .

PETICIÓN
Vete a la chingada

CALIFICATIVO
Chingaquedito

HOSTILIDAD
Y tú, ¿quién chingados eres?

FRUSTRACIÓN
Ah . . . ¡que bien chingas!

TERMINAL
Esto chingó a su madre

INCERTIDUMBRE
¿Y no nos irán a chingar?

CERTEZA
Ya nos chingaron

ADVERTENCIA
Síguele y te va a cargar la chingada

INCOMPETENCIA
No sé qué chingados hacer.

DISCRECIÓN
Chingao

ENOJO
Que vaya y rechingue a su madre.

COMPASIÓN
Qué fea chinga le arrimaron.

TRIUNFALISMO
Ya chingué.

DERROTISMO
Me chingué.

HUMORISMO
Está bien que chingues pero . . . ¡a tu madre la respetas!

DESPEDIDA
Vámonos a la chingada.

CHISME
¿Supiste a quién se chingaron ayer?

ADMIRACIÓN
¡’Tá chingón!

ANTIMODERNISTA
Qué chinguita con los celulares

INCREDULIDAD
¡Ah! ¡chingá, chingá, chingá! . . .

ABURRIMIENTO
Pos ah, que la chingada.

DENOTANDO UN ERROR
Está de la chingada.

LA HISTORIA DE MÉXICO
Hace un chingo de años, los indios éramos bien chingones, pero llegaron un chingo de españoles y nos pusieron una chinga y desde entonces a todos nos llevó la chingada.

Monday, June 7, 2010

Ejercicio de imágenes. El Fantasma, de Enrique Anderson Imbert

Enrique Anderson Imbert, escritor argentinoImage via Wikipedia
En el cuento El Fantasma de Enrique Anderson Imbert, aparece la siguiente metáfora:

"Con la nariz como una proa entre las ondas del pelo de su mujer"

¿Qué imágenes o ideas les provoca?

Otra cuestión: Ustedes dirían que hay un símil o dos en este párrafo?

Narraciones Completas T.2 - Anderson Imbert
Enhanced by Zemanta

"Es que somos muy pobres" de Juan Rulfo

Es que somos muy pobres

Juan Rulfo
Para leer los ejercicios relacionados con este cuento, 
haga clic aquí y aquí

Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía Jacinta, y el sábado, cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó a llover como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba asoleándose en el solar. Y el aguacero llegó de repente, en grandes olas de agua, sin darnos tiempo ni siquiera a esconder aunque fuera un manojo; lo único que pudimos hacer, todos los de mi casa, fue estarnos arrimados debajo del tejabán, viendo cómo el agua fría que caía del cielo quemaba aquella cebada amarilla tan recién cortada.

Y apenas ayer, cuando mi hermana Tacha acababa de cumplir doce años, supimos que la vaca que mi papá le regaló para el día de su santo se la había llevado el río

El río comenzó a crecer hace tres noches, a eso de la madrugada. Yo estaba muy dormido y, sin embargo, el estruendo que traía el río al arrastrarse me hizo despertar en seguida y pegar el brinco de la cama con mi cobija en la mano, como si hubiera creído que se estaba derrumbando el techo de mi casa. Pero después me volví a dormir, porque reconocí el sonido del río y porque ese sonido se fue haciendo igual hasta traerme otra vez el sueño.

Cuando me levanté, la mañana estaba llena de nublazones y parecía que había seguido lloviendo sin parar. Se notaba en que el ruido del río era más fuerte y se oía más cerca. Se olía, como se huele una quemazón, el olor a podrido del agua revuelta.

A la hora en que me fui a asomar, el río ya había perdido sus orillas. Iba subiendo poco a poco por la calle real, y estaba metiéndose a toda prisa en la casa de esa mujer que le dicen la Tambora. El chapaleo del agua se oía al entrar por el corral y al salir en grandes chorros por la puerta. La Tambora iba y venía caminando por lo que era ya un pedazo de río, echando a la calle sus gallinas para que se fueran a esconder a algún lugar donde no les llegara la corriente.

Y por el otro lado, por donde está el recodo, el río se debía de haber llevado, quién sabe desde cuándo, el tamarindo que estaba en el solar de mi tía Jacinta, porque ahora ya no se ve ningún tamarindo. Era el único que había en el pueblo, y por eso nomás la gente se da cuenta de que la creciente esta que vemos es la más grande de todas las que ha bajado el río en muchos años.

Mi hermana y yo volvimos a ir por la tarde a mirar aquel amontonadero de agua que cada vez se hace más espesa y oscura y que pasa ya muy por encima de donde debe estar el puente. Allí nos estuvimos horas y horas sin cansarnos viendo la cosa aquella. Después nos subimos por la barranca, porque queríamos oír bien lo que decía la gente, pues abajo, junto al río, hay un gran ruidazal y sólo se ven las bocas de muchos que se abren y se cierran y como que quieren decir algo; pero no se oye nada. Por eso nos subimos por la barranca, donde también hay gente mirando el río y contando los perjuicios que ha hecho. Allí fue donde supimos que el río se había llevado a la Serpentina, la vaca esa que era de mi hermana Tacha porque mi papá se la regaló para el día de su cumpleaños y que tenía una oreja blanca y otra colorada y muy bonitos ojos.

No acabo de saber por qué se le ocurriría a la Serpentina pasar el río este, cuando sabía que no era el mismo río que ella conocía de a diario. La Serpentina nunca fue tan atarantada. Lo más seguro es que ha de haber venido dormida para dejarse matar así nomás por nomás. A mí muchas veces me tocó despertarla cuando le abría la puerta del corral porque si no, de su cuenta, allí se hubiera estado el día entero con los ojos cerrados, bien quieta y suspirando, como se oye suspirar a las vacas cuando duermen.

Y aquí ha de haber sucedido eso de que se durmió. Tal vez se le ocurrió despertar al sentir que el agua pesada le golpeaba las costillas. Tal vez entonces se asustó y trató de regresar; pero al volverse se encontró entreverada y acalambrada entre aquella agua negra y dura como tierra corrediza. Tal vez bramó pidiendo que le ayudaran. Bramó como sólo Dios sabe cómo.

Yo le pregunté a un señor que vio cuando la arrastraba el río si no había visto también al becerrito que andaba con ella. Pero el hombre dijo que no sabía si lo había visto. Sólo dijo que la vaca manchada pasó patas arriba muy cerquita de donde él estaba y que allí dio una voltereta y luego no volvió a ver ni los cuernos ni las patas ni ninguna señal de vaca. Por el río rodaban muchos troncos de árboles con todo y raíces y él estaba muy ocupado en sacar leña, de modo que no podía fijarse si eran animales o troncos los que arrastraba.

Nomás por eso, no sabemos si el becerro está vivo, o si se fue detrás de su madre río abajo. Si así fue, que Dios los ampare a los dos.

La apuración que tienen en mi casa es lo que pueda suceder el día de mañana, ahora que mi hermana Tacha se quedó sin nada. Porque mi papá con muchos trabajos había conseguido a la Serpentina, desde que era una vaquilla, para dársela a mi hermana, con el fin de que ella tuviera un capitalito y no se fuera a ir de piruja como lo hicieron mis otras dos hermanas, las más grandes.

Según mi papá, ellas se habían echado a perder porque éramos muy pobres en mi casa y ellas eran muy retobadas. Desde chiquillas ya eran rezongonas. Y tan luego que crecieron les dio por andar con hombres de lo peor, que les enseñaron cosas malas. Ellas aprendieron pronto y entendían muy bien los chiflidos, cuando las llamaban a altas horas de la noche. Después salían hasta de día. Iban cada rato por agua al río y a veces, cuando uno menos se lo esperaba, allí estaban en el corral, revolcándose en el suelo, todas encueradas y cada una con un hombre trepado encima.

Entonces mi papá las corrió a las dos. Primero les aguantó todo lo que pudo; pero más tarde ya no pudo aguantarlas más y les dio carrera para la calle. Ellas se fueron para Ayutla o no sé para dónde; pero andan de pirujas.

Por eso le entra la mortificación a mi papá, ahora por la Tacha, que no quiere vaya a resultar como sus otras dos hermanas, al sentir que se quedó muy pobre viendo la falta de su vaca, viendo que ya no va a tener con qué entretenerse mientras le da por crecer y pueda casarse con un hombre bueno, que la pueda querer para siempre. Y eso ahora va a estar difícil. Con la vaca era distinto, pues no hubiera faltado quién se hiciera el ánimo de casarse con ella, sólo por llevarse también aquella vaca tan bonita.

La única esperanza que nos queda es que el becerro esté todavía vivo. Ojalá no se le haya ocurrido pasar el río detrás de su madre. Porque si así fue, mi hermana Tacha está tantito así de retirado de hacerse piruja. Y mamá no quiere.

Mi mamá no sabe por qué Dios la ha castigado tanto al darle unas hijas de ese modo, cuando en su familia, desde su abuela para acá, nunca ha habido gente mala. Todos fueron criados en el temor de Dios y eran muy obedientes y no le cometían irreverencias a nadie. Todos fueron por el estilo. Quién sabe de dónde les vendría a ese par de hijas suyas aquel mal ejemplo. Ella no se acuerda. Le da vueltas a todos sus recuerdos y no ve claro dónde estuvo su mal o el pecado de nacerle una hija tras otra con la misma mala costumbre. No se acuerda. Y cada vez que piensa en ellas, llora y dice: "Que Dios las ampare a las dos."

Pero mi papá alega que aquello ya no tiene remedio. La peligrosa es la que queda aquí, la Tacha, que va como palo de ocote crece y crece y que ya tiene unos comienzos de senos que prometen ser como los de sus hermanas: puntiagudos y altos y medio alborotados para llamar la atención.

-Sí -dice-, le llenará los ojos a cualquiera dondequiera que la vean. Y acabará mal; como que estoy viendo que acabará mal.

Ésa es la mortificación de mi papá.

Y Tacha llora al sentir que su vaca no volverá porque se la ha matado el río. Está aquí a mi lado, con su vestido color de rosa, mirando el río desde la barranca y sin dejar de llorar. Por su cara corren chorretes de agua sucia como si el río se hubiera metido dentro de ella.

Yo la abrazo tratando de consolarla, pero ella no entiende. Llora con más ganas. De su boca sale un ruido semejante al que se arrastra por las orillas del río, que la hace temblar y sacudirse todita, y, mientras, la creciente sigue subiendo. El sabor a podrido que viene de allá salpica la cara mojada de Tacha y los dos pechitos de ella se mueven de arriba abajo, sin parar, como si de repente comenzaran a hincharse para empezar a trabajar por su perdición.

¿Ahorita?

¿Ahorita?
by Ramón Talavera Franco
6 June 2010

A couple of days ago, a friend and I were having a cup of coffee. My friend speaks fluent English and Spanish, so we were code-switching continually. During our conversation, we moved from literature to personal topics. You know how digressions occur during these kinds of conversations, so—all of a sudden—we mentioned the name of a mutual friend. He offered to give me our friend’s telephone number to catch up with him.

In order do not abandon our main topic, which was literature, I responded, “Ahorita me lo das.” As I tried to continue with our topic of interest, my friend interrupted me and asked: “¿Ahorita? When is ahorita?” I smiled. I was taken aback. He was right.

In Mexico (my native country), we are used to saying “ahorita,” which can mean: “at this exact moment” or “in a little while.” This can be confusing for someone who is not immersed in our cultural uses of language. It is all about how pragmatics modifies the way of communicating ideas. Hence, I explained to him that when I said “ahorita,” I meant “during the time we were together having a cup of coffee, and before we leave” . . . a timeless moment.

¿Ahorita? . . . No, not yet
¿Ahorita? . . . Yes! Ahorita. (Now.)

There’s more! My friend’s analytical mind requested another explanation: Why do Mexican-origin people express so many ideas in the diminutive form? I laughed. I couldn’t stop laughing! Yes! I added. These are polite expressions we use: el pastelito, tu mamita, un taquito, ahorita, etc. We tend to use the diminutive in words that cannot accept this form such as in adverbs. For instance, the word “ahora” is an adverb of time, so it is not grammatically correct to transform an adverb into the diminutive form or superlative, as we can with nouns: el perrito, el taquito, el pastelito, etc. When we transform the adverb “ahora” into the diminutive form, we are breaking academic rules of language! Although grammatically incorrect, pragmatics makes “ahorita” an acceptable use in the spoken Spanish language.

My friend and I continued our conversation. It got late, and it was time to go home. We said good-bye, and we decided to continue our conversation on literature some time next week. When I got in the car, I realized that our conversation was so interesting that we both forgot about our mutual friend; thus, I never got his telephone number. There was no “ahorita,” as my friend probably expected. This happens often. When my Mexican-origin friends and I say “ahorita,” and we do not act immediately, we tend to forget.

Lesson Learned and Recommended:
If a Mexican-origin person tells you that he or she is going to write down your friend’s telephone number and says “ahorita,” stop the conversation, hand over a piece of paper and a pen and get the number.

Questions to discuss "Es que somos muy pobres" by Juan Rulfo

El Llano En Llamas (Coleccion Popular) (Spanish Edition)
To read the short story related to these questions, click here.
Joseph Rodriguez sent me the following email. I think his questions are very interesting, so I would like to share them with you:
"I would be interested in having a discussion about Rulfo’s story “Es que somos muy pobres” and address topics such as these":
  • Masculinity
  • Narration
  • Patriarchy
  • Point of View
  • Property and possessions
  • Sociolinguistics and linguistic innovation
  • Virgin/whore binary
These are great topics to discuss. I really hope some of you participate in this discussion. Come on!... Post your comment!!!!!!!
Ramon

Wednesday, June 2, 2010

Reading and writing exercise of "El Fantasma" by Enrique Anderson Imbert

To read "El fantasma" short story, click here.
Today's class was fun!
We learned Fantastic Literature through "El Fantasma" by Enrique Anderson Imbert. We couldn't finish the reading (always lack of time!), though, we did our eight words exercise. I think it was great! The result was an excellent Fantastic Literature short story. Let me share it with you:

The eight words that the students chose are:

1. cielo raso
2. moflete
3. desvanecida
4. mamifero
5. repicar
6. entrometerse
7. miembros
8. morada

The story that the group wrote, using the above eight words, was:

En el cielo raso de la morada hay un mamifero con mofletes rojos y los dientes repicando, y cuando la dueña lo vio, gritó, movió sus miembros y casi se desvaneció, pero alguien se entrometió.

It has a suspense, ah!!!!!! Who is the intruder?????

Maybe you want to continue the story or to write your own short story, poem, paragraph, idea, or whatever you want using the same eight words or different eight words taken from "El Fantasma" short story and share it with us. I'll give you my comments as soon as I receive it. Have fun!!!!!!

Sara Ramos Soriano - Biblioburro en La2N

Biblioburro

Tuesday, June 1, 2010

"El fantasma" de Enrique Anderson Imbert

Para leer los ejercicios de lectura y escritura de este cuento haga clic aquí y aquí.
El fantasma
Enrique Anderson Imbert
(Argentina)

Se dio cuenta de que acababa de morirse cuando vio que su propio cuerpo, como si no fuera el suyo sino el de un doble, se desplomaba sobre la silla y la arrastraba en la caída. Cadáver y silla quedaron tendidos sobre la alfombra, en medio de la habitación.

¿Con que eso era la muerte?

¡Qué desengaño! Había querido averiguar cómo era el tránsito al otro mundo ¡y resultaba que no había ningún otro mundo! La misma opacidad de los muros, la misma distancia entre mueble y mueble, el mismo repicar de la lluvia sobre el techo... Y sobre todo ¡qué inmutables, qué indiferentes a su muerte los objetos que él siempre había creído amigos!: la lámpara encendida, el sombrero en la percha... Todo, todo estaba igual. Sólo la silla volteada y su propio cadáver, cara al cielo raso.

Se inclinó y se miró en su cadáver como antes solía mirarse en el espejo. ¡Qué avejentado! ¡Y esas envolturas de carne gastada! - Si yo pudiera alzarle los párpados quizá la luz azul de mis ojos ennobleciera otra vez el cuerpo - pensó.

Porque así, sin la mirada, esos mofletes y arrugas, las curvas velludas de la nariz y los dos dientes amarillos, mordiéndose el labio exangüe estaban revelándole su aborrecida condición de mamífero.

-Ahora que sé que del otro lado no hay ángeles ni abismos me vuelvo a mi humilde morada.

Y con buen humor se aproximó a su cadáver -jaula vacía- y fue a entrar para animarlo otra vez.

¡Tan fácil que hubiera sido! Pero no pudo. No pudo porque en ese mismo instante se abrió la puerta y se entrometió su mujer, alarmada por el ruido de silla y cuerpo caídos.

-¡No entres! -gritó él, pero sin voz.

Era tarde. La mujer se arrojó sobre su marido y al sentirlo exánime lloró y lloró.

-¡Cállate! ¡Lo has echado todo a perder! - gritaba él, pero sin voz.

¡Qué mala suerte! ¿Por qué no se le habría ocurrido encerrarse con llave durante la experiencia. Ahora, con testigo, ya no podía resucitar; estaba muerto, definitivamente muerto. ¡Qué mala suerte!

Acechó a su mujer, casi desvanecida sobre su cadáver; y su propio cadáver, con la nariz como una proa entre las ondas de pelo de su mujer. Sus tres niñas irrumpieron a la carrera como si se disputaran un dulce, frenaron de golpe, poco a poco se acercaron y al rato todas lloraban, unas sobre otras. También él lloraba viéndose allí en el suelo, porque comprendió que estar muerto es como estar vivo, pero solo, muy solo.

Salió de la habitación, triste.

¿Adónde iría?

Ya no tuvo esperanzas de una vida sobrenatural. No, no había ningún misterio.

Y empezó a descender, escalón por escalón, con gran pesadumbre.

Se paró en el rellano. Acababa de advertir que, muerto y todo, había seguido creyendo que se movía como si tuviera piernas y brazos. ¡Eligió como perspectiva la altura donde antes llevaba sus ojos físicos! Puro hábito. Quiso probar entonces las nuevas ventajas y se echó a volar por las curvas del aire. Lo único que no pudo hacer fue traspasar los cuerpos sólidos, tan opacos, las insobornables como siempre. Chocaba contra ellos. No es que le doliera; simplemente no podía atravesarlos. Puertas, ventanas, pasadizos, todos los canales que abre el hombre a su actividad, seguían imponiendo direcciones a sus revoloteos. Pudo colarse por el ojo de una cerradura, pero a duras penas. Él, muerto, no era una especie de virus filtrable para el que siempre hay pasos; sólo podía penetrar por las hendijas que los hombres descubren a simple vista. ¿Tendría ahora el tamaño de una pupila de ojo? Sin embargo, se sentía como cuando vivo, invisible, sí, pero no incorpóreo. No quiso volar más, y bajó a retomar sobre el suelo su estatura de hombre. Conservaba la memoria de su cuerpo ausente, de las posturas que antes había adoptado en cada caso, de las distancias precisas donde estarían su piel, su pelo, sus miembros. Evocaba así a su alrededor su propia figura; y se insertó donde antes había tenido las pupilas.

Esa noche veló al lado de su cadáver, junto a su mujer. Se acercó también a sus amigos y oyó sus conversaciones. Lo vio todo. Hasta el último instante, cuando los terrones del camposanto sonaron lúgubres sobre el cajón y lo cubrieron.

Él había sido toda su vida un hombre doméstico. De su oficina a su casa, de casa a su oficina. Y nada, fuera de su mujer y sus hijas. No tuvo, pues, tentaciones de viajar al estómago de la ballena o de recorrer el gran hormiguero. Prefirió hacer como que se sentaba en el viejo sillón y gozar de la paz de los suyos.

Pronto se resignó a no poder comunicarles ningún signo de su presencia. Le bastaba con que su mujer alzara los ojos y mirase su retrato en lo alto de la pared.

A veces se lamentó de no encontrarse en sus paseos con otro muerto siquiera para cambiar impresiones. Pero no se aburría. Acompañaba a su mujer a todas partes e iba al cine con las niñas. En el invierno su mujer cayó enferma, y él deseó que se muriera. Tenía la esperanza de que, al morir, el alma de ella vendría a hacerle compañía. Y se murió su mujer, pero su alma fue tan invisible para él como para las huérfanas.

Quedó otra vez solo, más solo aún, puesto que ya no pudo ver a su mujer. Se consoló con el presentimiento de que el alma de ella estaba a su lado, contemplando también a las hijas comunes. ¿Se daría cuenta su mujer de que él estaba allí? Sí... ¡claro!... qué duda había. ¡Era tan natural!

Hasta que un día tuvo, por primera vez desde que estaba muerto, esa sensación de más allá, de misterio, que tantas veces lo había sobrecogido cuando vivo; ¿y si toda la casa estuviera poblada de sombras de lejanos parientes, de amigos olvidados, de fisgones, que divertían su eternidad espiando las huérfanas?

Se estremeció de disgusto, como si hubiera metido la mano en una cueva de gusanos. ¡Almas, almas, centenares de almas extrañas deslizándose unas encimas de otras, ciegas entre sí pero con sus maliciosos ojos abiertos al aire que respiraban sus hijas!

Nunca pudo recobrarse de esa sospecha, aunque con el tiempo consiguió despreocuparse: ¡qué iba a hacer! Su cuñada había recogido a las huérfanas. Allí se sintió otra vez en su hogar. Y pasaron los años. Y vio morir, solteras, una tras otra, a sus tres hijas. Se apagó así, para siempre, ese fuego de la carne que en otras familias más abundantes va extendiéndose como un incendio en el campo.

Pero él sabía que en lo invisible de la muerte su familia seguía triunfando, que todos, por el gusto de adivinarse juntos, habitaban la misma casa, prendidos a su cuñada como náufragos al último leño.

También murió su cuñada.

Se acercó al ataúd donde la velaban, miró su rostro, que todavía se ofrecía como un espejo al misterio, y sollozó, solo, solo ¡qué solo! Ya no había nadie en el mundo de los vivos que los atrajera a todos con la fuerza del cariño. Ya no había posibilidades de citarse en un punto del universo. Ya no había esperanzas. Allí, entre los cirios en llama, debían de estar las almas de su mujer y de sus hijas. Les dijo "¡Adiós!" sabiendo que no podían oírlo, salió al patio y voló noche arriba.