INSTRUCCIONES PARA PARTICIPAR EN ESTE BLOG
Cada semana leeremos un cuento o un poema de algún autor hispano.
Te invito a participar de la siguiente manera:
1. Escoge un cuento, poema, o ensayo de la lista de autores que aparece en la columna del lado derecho del blog. Para encontrar un ejemplo, haz clic aquí.
2. Después de leer el material elegido, crea una historia usando las ocho palabras que el grupo ¿Y... qué me cuentas? escogió en clase, o escoge otras ocho palabras de la lectura que quieras practicar. Para encontrar un ejemplo, haz clic aquí.
3. Sube tu historia usando el enlace de comentarios ("comments"). Lo encontrarás al final de cada lectura.
No temas cometer errores en tu historia. Yo estoy aquí para ayudarte. Tan pronto subas tu historia, yo te mandaré mis comentarios.
¿Estás listo? ¡ Adelante!

Escuchen los ipods de

Y…¿qué me cuentas?

Este video muestra el momento en el que los estudiantes de

Y…¿qué me cuentas?

crean una historia usando ocho palabras extraídas de un cuento previamente leído en clase.

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Y…¿qué me cuentas?

Recomendación al Gobierno de México por parte del Consejo Consultivo del Instituto de los Mexicanos en el Exterior (CCIME) durante su XVII reunión ordinaria.

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Tuesday, February 21, 2012

Charla con Tino Villanueva

N OTA: Esta imagen tiene audio. Para escucharlo muevan el cursor en cualquier parte de la imagen y hagan clic. Verán que la imagen se modifica un poco, apareciendo en la parte inferior el cursor de sonido y en la parte superior derecha una flecha adentro de un círculo anaranjado. Esta flecha sirve para agrandar la imagen- para poder verla mejor - y poder leer lo que ahí dice. De igual forma, si mueven el cursor en cualquier parte de la imagen verán que aparece un circulito rojo. Dependiendo de donde colocan el circulito es donde verán el proceso de escritura y escucharán lo que en ese momento se estaba diciendo. Al principio se escucha mucho sonido ambiental pero más o menos en el minuto 4:28 escucharán la voz del poeta Tino Villanueva leyendo lo que escribió para el grupo ¡Y qué me cuentas!

¡Hola a todos!
Definitivamente una de las cosas que más disfruto del proceso enseñanza-aprendizaje de ¡Y qué me cuentas! es cuando puedo vincular a los autores de los cuentos o poemas que subo al blog, con los estudiantes que los leen. Por ello, quiero compartirles que hace dos días tuve el privilegio de estar a la mesa compartiendo el "brunch" con Tino Villanueva, poeta de quien leeremos en nuestra próxima clase el poema: "Así dijo el señor" publicado en su libro “Primera causa”. Como ustedes saben, Tino es un poeta bilingüe y bicultural. Su proceso creativo se vincula al movimiento chicano de los años sesentas y en sus poemas podemos vivir y revivir el sentimiento de exclusión social al que se enfrentaron muchos México-americanos o mexicanos que poblaban Estados Unidos, principalmente a lo largo de la frontera con California y Texas en esos años. Su libro en versión bilingüe “Crónica de mis años peores” y su libro escrito en inglés “Scene from the movie Giant” subrayan la impotencia de diálogo social entre los “blancos” y los “morenos”; entre los anglos y los mexicanos, que fue la punta de lanza del movimiento chicano mediados del siglo XX . La asimilación de una Historia vista exclusivamente desde la perspectiva del anglo, la adoctrinación del “English only”, la orfandad social, la doble patria y los resabios de la humillación, entre muchos otro temas, se enmarcan en el calor de la memoria de una frontera que tuvo que ser abandonada para poder renacer de ella.

Tino fue muy generoso con su tiempo y sobretodo en su conversación, a través de la cual, me hizo comprender aún más algunos de sus poemas. Como excelente escucha que es, me permitió compartir con él algunas de mis pasiones. Y como ¡Y qué me cuentas! es una de ellas, pude comentarle nuestra metodología y los logros que hemos obtenido juntos a lo largo del tiempo que ustedes han sido fieles a éste blog que espero siga mejorando y sorprendiéndonos.

Y cómo no quise terminar nuestra charla sin hablar de ustedes, Tino accedió muy amable a enviarles un mensaje a través de nuestra pluma “mágica” que pueden ver al principio de esta publicación. Como es difícil escribir y hablar al mismo tiempo, durante los primeros minutos del audio lo que se escucha es el sonido ambiental del restaurante pero finaliza con la lectura de Tino del escrito dedicado a ustedes.

Gracias Tino por el excelente momento compartido y ustedes… ¡disfruten el audio!

Friday, February 17, 2012

Ejercicios de subtítulos en español (4)


Watch this movie and read the subtitles in Spanish. Create your own dialogues by clicking in the Abitboltv logo located in the upper left side of the movie. If you want me to post your story in the blog, send me the link and I will post it. Share it with your friends and learn Spanish having fun!!!!

<a href="http://www.grapheine.com/identite-visuelle-boisson-so-bacco-f117.html" title="webmaster flash">clip vidéo</a>

Thursday, February 16, 2012

Ejercicios relacionados con el poema "Así dijo el señor" de Tino Villanueva

Para leer el poema relacionado con estos ejercicios, haga clic aquí.
Para leer el ejercicio de lectura y escritura, haga clic aquí. 


¡Hola a todos!
Tuve que quitar las imágenes de los ejercicios de "Educaplay" porque consumen mucha memoria y entorpecen la rapidez de funcionamiento del blog. De ahora en adelante solo voy a poner  el link de los ejercicios para que ustedes puedan resolverlo haciendo clic en el título de cada uno de ellos.  Recuerden regresar al blog ¡Y qué me cuentas! una vez que hayan subido sus respuestas.

¡Diviértanse!

1. Unan los sinónimos y antónimos del verbo "HABLAR".

Wednesday, February 15, 2012

Ejercicio de lectura y escritura de "Así dijo el señor" de Tino Villanueva

Para ver otros ejercicios relacionados con el poema "Así dijo el señor" de Tino Villanueva, haga clic aquí
Para leer el poema relacionado con este ejercicio, haga clic aquí.
Saludos a todos!
El día de hoy yo les daré las ocho palabras para hacer el ejercicio de lectura y escritura del cuento: "Así dijo el señor" de Tino Villanueva. Para encontrarlas deben realizar el siguiente crucigrama.
Si no pueden realizarlo desde aquí porque la imagen es muy pequeña, hagan clic aquí y podrán responderlo desde Educaplay.
Como siempre, escriban la historia grupal para que yo la pueda subir al blog, y mándenme sus historias personales en el link que dice "comments".

Saludos y diviértanse encontrando las 8 palabras.


Tuesday, February 14, 2012

"Así dijo el señor" de Tino Villanueva

Para ver los ejercicios de lectura y escritura relacionados con este poema, haga clic aquí
Para ver los ejercicios creados en educaplay relacionados con este poema, haga clic aquí.
Así dijo el señor
Tino Villanueva

Al principio nadie dijo nada.
Sería primavera del 56 — recuerdo aquel bochorno
pegajoso y maloliente del salón pacificado —
y tal enunciación venía
del Director de secundaria, señor de voz
indiferente a nuestras vidas.
Y como nos llamaba latinoamericanos
en aquel entonces, pusimos atención:
“Boys and girls…”, resonó el altavoz
por los salones. “Chicos, he venido escuchando
demasiado español últimamente.
Les recuerdo que vivimos en los Estados Unidos;
por lo tanto,
hablen en americano en estos recintos”.
Así dijo el señor con ese tono altivo que tenía,
como diciéndo que el español
nos perjudicaba.

Mas no me lo tragué del todo, como el agua
no se traga el aceite y sigue viviendo.
Hacía calor y bajo el orden azul del cielo,
crucé el umbral de mis dos mundos:
“El que sabe dos lenguas vale por dos”,
decía mi abuelo en casa.

Nada es eterno
y salí de allí como pude un día,
de aquel salón y de muchos más,
y me dediqué a lo que nace de los libros,
quizá porque allí
se abrían horizontes — la paz y el compás
de lo que vive entre las páginas

Hoy me declaré saludable;
respiro bien para dentro y para afuera
en ritmos esdrújulos y graves,
sobresdrújulos y agudos,
porque el arte bien labrado es también sabiduría:
Juventud, divino tesoro…


*

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero…

*

Verde que te quiero verde.

*

voy por tu cuerpo como por el mundo,
tu vientre es una plaza soleada…


Andar, desandar. Nada es eterno.
Le he dado la vuelta al mundo
y de pronto en el camino
me he encontrado con esta memoria todavía.
En la clara actualidad: lo marginado
se ha movido más al centro;
lo de afuera se transforma en lo de adentro.
Y si antes no supe dar un contracanto,
ahora conmigo traigo esta asamblea de palabras
a favor de esta república
donde se habla en español.
Nota: Las cuatro citas que aparecen en este poema las extrajo el autor de los siguientes poemas:
1. Juventud, divino tesoro…(Canción de otoño en primavera, Ruben Darío)
2. Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero… (Retrato, Antonio Machado)
3. Verde que te quiero verde (Romance sonámbulo, Federico García Lorca)
4. voy por tu cuerpo como por el mundo,
tu vientre es una plaza soleada… (Piedra de sol, Octavio Paz)

Ahora resuelve la siguiente evaluación. Has clic en el título de la misma para agrandar la imagen y poder resolverla.


Autoevaluación
                                             

Monday, February 13, 2012

Ejercicios relacionados con el cuento "Continuidad de los parques" de Julio Cortázar

Para leer el cuento relacionado con estos ejercicios, haga clic aquí.
Aquí he subido algunos ejercicios respecto al cuento "Continuidad de los parques" de Julio Cortazar. Para poder realizar los ejercicios, hagan clic en los títulos que aparecen a continuación. Al dar clic irán al portal de "educaplay" desde donde podrán realizarlos. No olviden regresar al blog ¡Y qué me cuentas!  una vez que hayan concluido sus ejercicios.

¡Diviértete!

1. Ordena las letras y forma la palabra escondida.


2. Relaciona las palabras que sean sustantivos.


3. Ordena las palabras y construye la oración escondida.


4. Termina de escribir este párrafo añadiendo las palabras que faltan.

5. Autoevaluación

Sunday, February 12, 2012

Ejercicio de Lectura y Escritura de "Continuidad de los parques" de Julio Cortázar

Para leer el cuento relacionado con este ejercicio, haga clic aquí.

Para leer otros ejercicios relacionados con el cuento, haga clic aquí
Saludos a todos!
El día de hoy yo les daré las ocho palabras para hacer el ejercicio de lectura y escritura del cuento: "Continuidad de los parques" de Julio Cortázar. Para encontrarlas deben realizar el siguiente crucigrama.
Si no pueden realizarlo desde aquí porque la imagen es muy pequeña, hagan clic aquí y podrán responderlo desde Educaplay.
Como siempre, escriban la historia grupal para que yo la pueda subir al blog, y mándenme sus historias personales en el link que dice "comments".

Saludos y diviértanse encontrando las 8 palabras.

                                             


Saturday, February 11, 2012

"Continuidad de los parques" de Julio Cortázar

Continuidad de los parques


Para leer el ejercicio de Lectura y escritura de este cuento, haga clic aquí.
Para leer los ejercicios relacionados con esta lectura creados en educaplay, haga clic aquí. 



Julio Cortázar

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

Ahora responde la siguiente autoevaluación. (Si la imagen de la autoevaluación es muy pequeña para que la puedas responder, da clic aquí para poder resolverla desde Educaplay. Después de que la respondas, no se te olvide regresar al blog ¡Y qué me cuentas!)

                                             

Friday, February 10, 2012

"El brujo postergado", de Jorge Luis Borges



El brujo postergado

Jorge Luis Borges

En Santiago había un deán que tenía codicia de aprender el arte de la magia. Oyó decir que don Illán de Toledo la sabía más que ninguno, y fue a Toledo a buscarlo.

El día que llegó enderezó a la casa de don Illán y lo encontró leyendo en una habitación apartada. Éste lo recibió con bondad y le dijo que postergara el motivo de su visita hasta después de comer. Le señaló un alojamiento muy fresco y le dijo que lo alegraba mucho su venida. Después de comer, el deán le refirió la razón de aquella visita y le rogó que le enseñara la ciencia mágica. Don Illán le dijo que adivinaba que era deán, hombre de buena posición y buen porvenir, y que temía ser olvidado luego por él. El deán le prometió y aseguró que nunca olvidaría aquella merced, y que estaría siempre a sus órdenes. Ya arreglado el asunto, explicó don Illán que las artes mágicas no se podían aprender sino en sitio apartado, y tomándolo por la mano, lo llevó a una pieza contigua, en cuyo piso había una gran argolla de fierro. Antes le dijo a la sirvienta que tuviese perdices para la cena, pero que no las pusiera a asar hasta que la mandaran. Levantaron la argolla entre los dos y descendieron por una escalera de piedra bien labrada, hasta que al deán le pareció que habían bajado tanto que el lecho del Tajo estaba sobre ellos. Al pie de la escalera había una celda y luego una biblioteca y luego una especie de gabinete con instrumentos mágicos. Revisaron los libros y en eso estaban cuando entraron dos hombres con una carta para el deán, escrita por el obispo, su tío, en la que le hacía saber que estaba muy enfermo y que, si quería encontrarlo vivo, no demorase. Al deán lo contrariaron mucho estas nuevas, lo uno por la dolencia de su tío, lo otro por tener que interrumpir los estudios. Optó por escribir una disculpa y la mandó al obispo. A los tres días llegaron unos hombres de luto con otras cartas para el deán, en las que se leía que el obispo había fallecido, que estaban eligiendo sucesor y que esperaban por la gracia de Dios que lo elegirían a él. Decían también que no se molestara en venir, puesto que parecía mucho mejor que lo eligieran en su ausencia.

A los diez días vinieron dos escuderos muy bien vestidos, que se arrojaron a sus pies y besaron sus manos y lo saludaron obispo. Cuando don Illán vio estas cosas se dirigió con mucha alegría al nuevo prelado y le dijo que agradecía al Señor que tan buenas nuevas llegaran a su casa. Luego le pidió el decanazgo vacante para uno de sus hijos. El obispo le hizo saber que había reservado el decanazgo para su propio hermano, pero que había determinado favorecerlo y que partiesen juntos para Santiago.

Fueron para Santiago los tres, donde los recibieron con honores. A los seis meses recibió el obispo mandaderos del Papa que le ofrecía el arzobispado de Tolosa, dejando en sus manos el nombramiento de sucesor. Cuando don Illán supo esto, le recordó la antigua promesa y le pidió ese título para su hijo. El arzobispo le hizo saber que había reservado el obispado para su propio tío, hermano de su padre, pero que había determinado favorecerlo y que partiesen juntos para Tolosa. Don Illán no tuvo más remedio que asentir.

Fueron para Tolosa los tres, donde los recibieron con honores y misas. A los dos años recibió el arzobispo mandaderos del Papa que le ofrecía el capelo de cardenal, dejando en sus manos el nombramiento de sucesor. Cuando don Illán supo esto, le recordó la antigua promesa y le pidió ese título para su hijo. El cardenal le hizo saber que había reservado el arzobispado para su propio tío, hermano de su madre, pero que había determinado favorecerlo y que partiesen juntos para Roma. Don Illán no tuvo más remedio que asentir. Fueron para Roma los tres, donde los recibieron con honores y misas y procesiones. A los cuatro años murió el Papa y nuestro cardenal fue elegido para el papado por todos los demás. Cuando don Illán supo esto, besó los pies de Su Santidad, le recordó la antigua promesa y le pidió el cardenalato para su hijo. El Papa lo amenazó con la cárcel, diciéndole que bien sabía él que no era más que un brujo y que en Toledo había sido profesor de artes mágicas. El miserable don Illán dijo que iba a volver a España y le pidió algo para comer durante el camino. El Papa no accedió. Entonces don Illán (cuyo rostro se había remozado de un modo extraño), dijo con una voz sin temblor:

–Pues tendré que comerme las perdices que para esta noche encargué.

La sirvienta se presentó y don Illán le dijo que las asara. A estas palabras, el Papa se halló en la celda subterránea en Toledo, solamente deán de Santiago y tan avergonzado de su ingratitud que no atinaba a disculparse. Don Illán dijo que bastaba con esa prueba, le negó su parte de las perdices y lo acompañó hasta la calle, donde le deseó feliz viaje y lo despidió con gran cortesía.

(Del Libro de Patronio del infante don Juan Manuel, que lo derivó de un libro árabe: Las cuarenta mañanas y las cuarenta noches)

Monday, February 6, 2012

¡Y que me cuentas! en el programa de radio "En Busca del Cuento Perdido"

¡Hola a todos!
El día de ayer en el programa de radio mexicano "En Busca del Cuento Perdido",  Sandra Lorenzano, la conductora del mismo, hizo referencia al trabajo que hacen los alumnos del blog ¡Y qué me cuentas! Su programa es una invitación a la lectura y a la escritura creativa. Durante su emisión radial, Sandra hace referencia semanalmente a un libro y a un autor de cualquier parte del mundo. Al final del programa la conductora invita a los radioescuchas a escribir un cuento y ella les da el tema a desarrollar.
Casi al final de su programa de este lunes 6 de febrero del 2012, Sandra amablemente hizo referencia al blog ¡Y qué me cuentas! y al trabajo creativo de ustedes, y aprovechando el tema Estados Unidos-México, Sandra invitó a sus radioescuchas a que escribieran un cuento en primera persona, de no más de 15 líneas, respecto al tema del migrante.
Me gustaría que ustedes intentaran escribir un cuento para mandárselo a Sandra. ¿Qué les parece la idea? ¿Se animan? Creo que sería muy interesante tanto para Sandra como para los radioescuchas mexicanos escuchar un cuento escrito por ustedes, que son angloamericanos, respecto a un tema tan sensible como lo es el migratorio.
Hice una edición del programa para que puedan escuchar facilmente lo que Sandra mencionó de nosotros. Lo convertí en podcast. El podcast lo pueden encontrar  aquí:

También lo pueden encontrar en la sección de podcast del blog (justo debajo del video que explica nuestro proceso de construcción de historia). Es el primero. Se llama: ¡Y qué me cuentas! en "En Busca del Cuento Perdido".
De todas formas, los invito a que escuchen todo el programa (dura 30 minutos) en el siguiente link:
http://feeds.feedburner.com/enbuscadelcuentoperdido
Al abrir esta página, verán una lista de títulos de los podcast del programa. El que deben abrir es el primero en la lista: PROGRAMA 087. PAOLO GIORDANO, 06 DE FEBRERO, 2012.
Los invito a que escuchen éste y todos sus programas. Son verdaderamente interesantes.
Solo les pido que me hagan llegar el cuento a más tardar este viernes, para que yo pueda hacerles correcciones y se los podamos mandar a tiempo a Sandra el domingo a más tardar. Debido a que el programa dura treinta minutos, Sandra no puede leer todos los cuentos, pero le pediré que nos haga el favor de leer por lo menos uno de los que le mandemos. Así que... a trabajar!!!!!!!


Thursday, February 2, 2012

Ejercicio de Lectura y escritura de "La puerta condenada" de Julio Cortazar

Para leer el cuento relacionado con este ejercicio, haga clic aquí.

Aquí están las 8 palabras que escogimos de «La puerta condenada»:

1. El ascensor – elevator
2. El ciempiés – centipede
3. Las pantuflas – slippers
4. Chicotear – to click, slap, whip
5. Acostarse – to lie down, go to bed
6. Adosado a – backed against
7. La percha – hanger
8. El escritorio – office, desk

Sigue el cuento que escribimos en forma grupal:

"Me puse las pantuflas antes de acostarme. Oí el ascensor y gente andando como ciempiés. Ese chicoteo me mantuvo despierto y tenía que llegar al escritorio a las siete de la mañana. Adosé a la puerta el armario con las perchas colgando adentro. Entonces dormía mejor pero no podía salir por la puerta."

_______________________________________________________

Hola a todos!

Gracias por mandar su cuento grupal. Por favor lean mis comentarios en el link correspondiente (comments) y suban sus ejercicios usando el mismo link.
De igual forma invito a cualquier persona que quiera hacer este ejercicio para que lo mande por este medio. ¡Anímense a participar!

Saludos.

Ramón

Wednesday, February 1, 2012

"La puerta condenada" de Julio Cortázar

La puerta condenada
Julio Cortázar

Para leer el ejercicio relacionado con esta lectura, haga clic aquí.

A Petrone le gustó el hotel Cervantes por razones que hubieran desagradado a otros. Era un hotel sombrío, tranquilo, casi desierto. Un conocido del momento se lo recomendó cuando cruzaba el río en el vapor de la carrera, diciéndole que estaba en la zona céntrica de Montevideo. Petrone aceptó una habitación con baño en el segundo piso, que daba directamente a la sala de recepción. Por el tablero de llaves en la portería supo que había poca gente en el hotel; las llaves estaban unidas a unos pesados discos de bronce con el número de habitación, inocente recurso de la gerancia para impedir que los clientes se las echaran al bolsillo.
El ascensor dejaba frente a la recepción, donde había un mostrador con los diarios del día y el tablero telefónico. Le bastaba caminar unos metros para llegar a la habitación. El agua salía hirviendo, y eso compensaba la falta de sol y de aire. En la habitación había una pequeña ventana que daba a la azotea del cine contiguo; a veces una paloma se paseaba por ahí. El cuarto de baño tenía una ventana más grande, que se habría tristemente a un muro y a un lejano pedazo de cielo, casi inútil. Los muebles eran buenos, había cajones y estantes de sobra. Y muchas perchas, cosa rara.
El gerente resultó ser un hombre alto y flaco, completamente calvo. Usaba anteojos con armazón de oro y hablaba con la voz fuerte y sonora de los uruguayos. Le dijo a Petrone que el segundo piso era muy tranquilo, y que en la única habitación contigua a la suya vivía una señora sola, empleada en alguna parte, que volvía al hotel a la caída de la noche. Petrone la encontró al día siguiente en el ascensor. Se dio cuenta de que era ella por el número de la llave que tenía en la palma de la mano, como si ofreciera una enorme moneda de oro. El portero tomó la llave y la de Petrone para colgarlas en el tablero, y se quedó hablando con la mujer sobre unas cartas. Petrone tuvo tiempo de ver que era todavía joven, insignificante, y que se vestía mal como todas las orientales.
El contrato con los fabricantes de mosaicos llevaría más o menos una semana. Por la tarde Petrone acomodó la ropa en el armario, ordenó sus papeles en la mesa, y después de bañarse salió a recorrer el centro mientras se hacía hora de ir al escritorio de los socios. El día se pasó en conversaciones, cortadas por un copetín en Pocitos y una cena en casa del socio principal. Cuando lo dejaron en el hotel era más de la una. Cansado, se acostó y se durmió en seguida. Al despertarse eran casi las nueve, y en esos primeros minutos en que todavía quedan las sobras de la noche y del sueño, pensó que en algún momento lo había fastidiado el llanto de una criatura.
Antes de salir charló con el empleado que atendía la recepción y que hablaba con acento alemán. Mientras se informaba sobre líneas de ómnibus y nombres de calles, miraba distraído la enorme sala en cuyo extremo estaban la puerta de su habitación y la de la señora sola. Entre las dos puertas había un pedastal con una nefasta réplica de la Venus de Milo. Otra puerta, en la pared lateral daba a una salida con los infaltables sillones y revistas. Cuando el empleado y Petrone callaban, el silencio del hotel parecía coagularse, caer como cenizas sobre los muebles y las baldosas. El ascensor resultaba casi estrepitoso, y lo mismo el ruido de las hojas de un diario o el raspar de un fósforo.
Las conferencias terminaron al caer la noche y Petrone dio una vuelta por 18 de Julio antes de entrar a cenar en uno de los bodegones de la plaza Independencia. Todo iba bien, y quizá pudiera volverse a Buenos Aires antes de lo que pensaba. Compró un diario argentino, un atado de cigarrillos negros, y caminó despacio hasta el hotel. En el cine de al lado daban dos películas que ya había visto, y en realidad no tenía ganas de ir a ninguna parte. El gerente lo saludó al pasar y le preguntó si necesitaba más ropa de cama. Charlaron un momento, fumando un pitillo, y se despidieron.
Antes de acostarse Petrone puso en orden los papeles que había usado durante el día, y leyó el diario sin mucho interés. El silencio del hotel era casi excesivo, y el ruido de uno que otro tranvía que bajaba por la calle Soriano no hacía más que pausarlo, fortalecerlo para un nuevo intervalo. Sin inquietud pero con alguna impaciencia, tiró el diario al canasto y se desvistió mientras se miraba distraído en el espejo del armario. Era un armario ya viejo, y lo habían adosado a una puerta que daba a la habitación contigua. A Petrone le sorprendió descubrir la puerta que se le había escapado en su primera inspección del cuarto. Al principio había supuesto que el edificio estaba destinado a hotel pero ahora se daba cuenta de que pasaba lo que en tantos hoteles modestos, instalados en antiguas casas de escritorios o de familia. Pensándolo bien, en casi todos los hoteles que había conocido en su vida —y eran muchos— las habitaciones tenían alguna puerta condenada, a veces a la vista pero casi siempre con un ropero, una mesa o un perchero delante, que como en este caso les daba una cierta ambigüedad, un avergonzado deseo de disimular su existencia como una mujer que cree taparse poníendose las manos en el vientre o los senos. La puerta estaba ahí, de todos modos, sobresaliendo del nivel del armario. Alguna vez la gente había entrado y salido por ella, golpeándola, entornándola, dándole una vida que todavía estaba presente en su madera tan distinta de las paredes. Petrone imaginó que del otro lado habría también un ropero y que la señora de la habitación pensaría lo mismo de la puerta.
No estaba cansado pero se durmió con gusto. Llevaría tres o cuatro horas cuando lo despertó una sensación de incomodidad, como si algo ya hubiera ocurrido, algo molesto e irritante. Encendió el velador, vio que eran las dos y media, y apagó otra vez. Entonces oyó en la pieza de al lado el llanto de un niño.
En el primer momento no se dio bien cuenta. Su primer movimiento fue de satisfacción; entonces era cierto que la noche antes un chico no lo había dejado descansar. Todo explicado, era más fácil volver a dormirse. Pero después pensó en lo otro y se sentó lentamente en la cama, sin encender la luz, escuchando. No se engañaba, el llanto venía de la pieza de al lado. El sonido se oía a través de la puerta condenada, se localizaba en ese sector de la habitación al que correspondían los pies de la cama. Pero no podía ser que en la pieza de al lado hubiera un niño; el gerente había dicho claramente que la señora vivía sola, que pasaba casi todo el día en su empleo. Por un segundo se le ocurrió a Petrone que tal vez esa noche estuviera cuidando al niño de alguna parienta o amiga. Pensó en la noche anterior. Ahora estaba seguro de que ya había oído el llanto, porque no era un llanto fácil de confundir, más bien una serie irregular de gemidos muy débiles, de hipos quejosos seguidos de un lloriqueo momentáneo, todo ello inconsistente, mínimo, como si el niño estuviera muy enfermo. Debía ser una criatura de pocos meses aunque no llorara con la estridencia y los repentinos cloqueos y ahogos de un recién nacido. Petrone imaginó a un niño — un varón, no sabía por qué— débil y enfermo, de cara consumida y movimientos apagados. Eso se quejaba en la noche, llorando pudoroso, sin llamar demasiado la atención. De no estar allí la puerta condenada, el llanto no hubiera vencido las fuertes espaldas de la pared, nadie hubiera sabido que en la pieza de al lado estaba llorando un niño.


Por la mañana Petrone lo pensó un rato mientras tomaba el desayuno y fumaba un cigarrillo. Dormir mal no le convenía para su trabajo del día. Dos veces se había despertado en plena noche, y las dos veces a causa del llanto. La segunda vez fue peor, porque a más del llanto se oía la voz de la mujer que trataba de calmar al niño. La voz era muy baja pero tenía un tono ansioso que le daba una calidad teatral, un susurro que atravesaba la puerta con tanta fuerza como si hablara a gritos. El niño cedía por momentos al arrullo, a las instancias; después volvía a empezar con un leve quejido entrecortado, una inconsolable congoja. Y de nuevo la mujer murmuraba palabras incomprensibles, el encantamiento de la madre para acallar al hijo atormentado por su cuerpo o su alma, por estar vivo o amenazado de muerte.
«Todo es muy bonito, pero el gerente me macaneó» pensaba Petrone al salir de su cuarto. Lo fastidiaba la mentira y no lo disimuló. El gerente se quedó mirándolo.
—¿Un chico? Usted se habrá confundido. No hay chicos pequeños en este piso. Al lado de su pieza vive una señora sola, creo que ya se lo dije.
Petrone vaciló antes de hablar. O el otro mentía estúpidamente, o la acústica del hotel le jugaba una mala pasada. El gerente lo estaba mirando un poco de soslayo, como si a su vez lo irritara la protesta. «A lo mejor me cree tímido y que ando buscando un pretexto para mandarme mudar», pensó. Era difícil, vagamente absurdo insistir frente a una negativa tan rotunda. Se encogió de hombros y pidió el diario.
—Habré soñado —dijo, molesto por tener que decir eso, o cualquier otra cosa.


El cabaret era de un aburrimiento mortal y sus dos anfitriones no parecían demasiado entusiastas, de modo que a Petrone le resultó fácil alegar el cansancio del día y hacerse llevar al hotel. Quedaron en firmar los contratos al otro día por la tarde; el negocio estaba prácticamente terminado.
El silencio en la recepción del hotel era tan grande que Petrone se descubrió a sí mismo andando en puntillas. Le habían dejado un diario de la tarde al lado de la cama; había también una carta de Buenos Aires. Reconoció la letra de su mujer.
Antes de acostarse estuvo mirando el armario y la parte sobresaliente de la puerta. Tal vez si pusiera sus dos valijas sobre el armario, bloqueando la puerta, los ruidos de la pieza de al lado disminuirían. Como siempre a esa hora, no se oía nada. El hotel dormía las cosas y las gentes dormían. Pero a Petrone, ya malhumorado, se le ocurrió que era al revés y que todo estaba despierto, anhelosamente despierto en el centro del silencio. Su ansiedad inconfesada debía estarse comunicando a la casa, a las gentes de la casa, prestándoles una calidad de acecho, de vigilancia agazapada. Montones de pavadas.
Casi no lo tomó en serio cuando el llanto del niño lo trajo de vuelta a las tres de la mañana. Sentándose en la cama se preguntó si lo mejor sería llamar al sereno para tener un testigo de que en esa pieza no se podía dormir. El niño lloraba tan débilmente que por momentos no se lo escuchaba, aunque Petrone sentía que el llanto estaba ahí, continuo, y que no tardaría en crecer otra vez. Pasaban diez o veinte lentísimos segundos; entonces llegaba un hipo breve, un quejido apenas perceptible que se prolongaba dulcemente hasta quebrarse en el verdadero llanto.
Encendiendo un cigarrillo, se preguntó si no debería dar unos golpes discretos en la pared para que la mujer hiciera callar al chico. Recién cuando los pensó a los dos, a la mujer y al chico, se dio cuenta de que no creía en ellos, de que absurdamente no creía que el gerente le hubiera mentido. Ahora se oía la voz de la mujer, tapando por completo el llanto del niño con su arrebatado —aunque tan discreto— consuelo. La mujer estaba arrullando al niño, consolándolo, y Petrone se la imaginó sentada al pie de la cama, moviendo la cuna del niño o teniéndolo en brazos. Pero por más que lo quisiera no conseguía imaginar al niño, como si la afirmación del hotelero fuese más cierta que esa realidad que estaba escuchando. Poco a poco, a medida que pasaba el tiempo y los débiles quejidos se alternaban o crecían entre los murmullos de consuelo, Petrone empezó a sospechar que aquello era una farsa, un juego ridículo y monstruoso que no alcanzaba a explicarse. Pensó en viejos relatos de mujeres sin hijos, organizando en secreto un culto de muñecas, una inventada maternidad a escondidas, mil veces peor que los mimos a perros o gatos o sobrinos. La mujer estaba imitando el llanto de su hijo frustrado, consolando al aire entre sus manos vacías, tal vez con la cara mojada de lágrimas porque el llanto que fingía era a la vez su verdadero llanto, su grotesco dolor en la soledad de una pieza de hotel, protegida por la indiferencia y por la madrugada.
Encendiendo el velador, incapaz de volver a dormirse, Petrone se preguntó qué iba a hacer. Su malhumor era maligno, se contagiaba de ese ambiente donde de repente todo se le antojaba trucado, hueco, falso: el silencio, el llanto, el arrullo, lo único real de esa hora entre noche y día y que lo engañaba con su mentira insoportable. Golpear en la pared le pareció demasiado poco. No estaba completamente despierto aunque le hubiera sido imposible dormirse; sin saber bien cómo, se encontró moviendo poco a poco el armario hasta dejar al descubierto la puerta polvorienta y sucia. En pijama y descalzo, se pegó a ella como un ciempiés, y acercando la boca a las tablas de pino empezó a imitar en falsete, imperceptiblemente, un quejido como el que venía del otro lado. Subió de tono, gimió, sollozó. Del otro lado se hizo un silencio que habría de durar toda la noche; pero en el instante que lo precedió, Petrone pudo oír que la mujer corría por la habitación con un chicotear de pantuflas, lanzando un grito seco e instantáneo, un comienzo de alarido que se cortó de golpe como una cuerda tensa.

Cuando pasó por el mostrador de la gerencia eran más de las diez. Entre sueños, después de las ocho, había oído la voz del empleado y la de una mujer. Alguien había andado en la pieza de al lado moviendo cosas. Vio un baúl y dos grandes valijas cerca del ascensor. El gerente tenía un aire que a Petrone se le antojó de desconcierto.
—¿Durmió bien anoche? —le preguntó con el tono profesional que apenas disimulaba la indiferencia.
Petrone se encogió de hombros. No quería insistir, cuando apenas le quedaba por pasar otra noche en el hotel.
—De todas maneras ahora va a estar más tranquilo — dijo el gerente, mirando las valijas—.La señora se nos va a mediodía.
Esperaba un comentario, y Petrone lo ayudó con los ojos.
—Llevaba aquí mucho tiempo, y se va así de golpe. Nunca se sabe con las mujeres.
—No —dijo Petrone—. Nunca se sabe.
En la calle se sintió mareado, con un mareo que no era físico. Tragando un café amargo empezó a darle vueltas al asunto, olvidándose del negocio, indiferente al espléndido sol. Él tenía la culpa de que esa mujer se fuera del hotel, enloquecida de miedo, de vergüenza o de rabia. Llevaba aquí mucho tiempo...Era una enferma, tal vez, pero inofensiva. No era ella sino él quien hubiera debido irse del Cervantes. Tenía el deber de hablarle, de excusarse y pedirle que se quedara, jurándole discreción. Dio unos pasos de vuelta y a mitad del camino se paró. Tenía miedo de hacer un papelón, de que la mujer reaccionara de alguna manera insospechada. Ya era hora de encontrarse con los dos socios y no quería tenerlos esperando. Bueno, que se embromara. No era más que una histérica, ya encontraría otro hotel donde cuidar a su hijo imaginario.

Pero a la noche volvió a sentirse mal, y el silencio de la habitación le pareció todavía más espeso. Al entrar al hotel no había podido dejar de ver el tablero de las llaves, donde faltaba ya la de la pieza de al lado. Cambió unas palabras con el empleado, que esperaba bostezando la hora de irse, y entró en su pieza con poca esperanza de poder dormir. Tenía los diarios de la tarde y una novela policial. Se entretuvo arreglando sus valijas, ordenado sus papeles. Hacía calor, y abrió de par en par la pequeña ventana. La cama estaba bien tendida, pero la encontró incómoda y dura. Por fin tenía todo el silencio necesario para dormir a pierna suelta, y le pesaba. Dando vueltas y vueltas, se sintió como vencido por ese silencio que había reclamado con astucia y que le devolvían entero y vengativo. Irónicamente pensó que extrañaba el llanto del niño, que esa calma perfecta no le bastaba para dormir y todavía menos para estar despierto. Extrañaba el llanto del niño, y cuando mucho más tarde lo oyó, débil pero inconfundible a través de la puerta condenada, por encima del miedo, por encima de la fuga en plena noche supo que estaba bien y que la mujer no había mentido, no se había mentido al arrullar al niño, al querer que el niño se callara para que ellos pudieran dormirse.