La zarpa
Tomado de:Burgos, Fernando. Antología del cuento Hispanoamericano, Ed. Porrúa, 2002.
Padre, las cosas que habrá oído en el confesionario y aquí en la sacristía... Claro, usted es joven, es hombre y le será difícil entenderme. De verdad, créame, no sabe cuánto me apena quitarle el tiempo con mis problemas, pero a quién si no a usted puedo confiarme ¿verdad?
No sé cómo empezar. Es decir, ¿cómo se llama el pecado de alegrarse del mal ajeno? Todos lo cometemos ¿no es cierto? Fíjese usted cuando hay un accidente, un crimen, un incendio, la alegría que sienten los demás al ver que no fue para ellos alguna de las desdichas que hay en el mundo…
Bueno, verá, usted no es de aquí, Padre; usted no conoció a México cuando era una ciudad chica, preciosa, muy cómoda, no la monstruosidad tan terrible de ahora. Entonces una nacía y moría en la misma colonia sin cambiarse nunca de barrio. Una era de San Rafael, de Santa María, de la Roma. Había cosas que ya jamás habrá...
Perdone, le estoy quitando el tiempo. Es que no tengo con quién hablar y cuando hablo... Ay, Padre, si supiera, qué pena, nunca me había atrevido a contarle esto a nadie, ni a usted; pero ya estoy aquí y después me sentiré más tranquila.