INSTRUCCIONES PARA PARTICIPAR EN ESTE BLOG
Cada semana leeremos un cuento o un poema de algún autor hispano.
Te invito a participar de la siguiente manera:
1. Escoge un cuento, poema, o ensayo de la lista de autores que aparece en la columna del lado derecho del blog. Para encontrar un ejemplo, haz clic aquí.
2. Después de leer el material elegido, crea una historia usando las ocho palabras que el grupo ¿Y... qué me cuentas? escogió en clase, o escoge otras ocho palabras de la lectura que quieras practicar. Para encontrar un ejemplo, haz clic aquí.
3. Sube tu historia usando el enlace de comentarios ("comments"). Lo encontrarás al final de cada lectura.
No temas cometer errores en tu historia. Yo estoy aquí para ayudarte. Tan pronto subas tu historia, yo te mandaré mis comentarios.
¿Estás listo? ¡ Adelante!

Escuchen los ipods de

Y…¿qué me cuentas?

Este video muestra el momento en el que los estudiantes de

Y…¿qué me cuentas?

crean una historia usando ocho palabras extraídas de un cuento previamente leído en clase.

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Y…¿qué me cuentas?

Recomendación al Gobierno de México por parte del Consejo Consultivo del Instituto de los Mexicanos en el Exterior (CCIME) durante su XVII reunión ordinaria.

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Sunday, August 30, 2015

"Cefalea" de Julio Cortázar

Cefalea

Julio Cortázar
(1914-1984)

Cuidamos las mancuspias hasta bastante tarde, ahora con el calor del verano se llenan de caprichos y versatilidades, las más atrasadas reclaman alimentación especial y les llevamos avena malteada en grandes fuentes de loza; las mayores están mudando el pelaje del lomo, de manera que es preciso ponerlas aparte, atarles una manta de abrigo y cuidar que no se junten de noche con las mancuspias que duermen en jaulas y reciben alimento cada ocho horas.
No nos sentimos bien. Esto viene desde la mañana, tal vez por el viento caliente que soplaba al amanecer, antes de que naciera este sol alquitranado que dio en la casa todo el día. Nos cuesta atender a los animales enfermos -esto se hace a las once- y revisar las crías después de la siesta. Nos parece cada vez más penoso andar, seguir la rutina; sospechamos que una sola noche de desatención sería funesta para las mancuspias, la ruina irreparable de nuestra vida. Andamos entonces sin reflexionar, cumpliendo uno tras otro los actos que el hábito escalona, deteniéndonos apenas para comer (hay trozos de pan en la mesa y sobre la repisa del living) o mirarnos en el espejo que duplica el dormitorio. De noche caemos repentinamente en la cama, y la tendencia a cepillarnos los dientes antes de dormir cede a la fatiga, alcanza apenas a sustituirse por un gesto hacia la lámpara o los remedios. Afuera se oye andar y andar en círculo a las mancuspias adultas.

Friday, August 28, 2015

"La pared" de Ricardo Piglia

La pared

Ricardo Piglia
(Adrogué, Buenos Aires, 1941)

No morimos de viejos, morimos,
de las viejas heridas.
Ernest Hemingway

Terminaron hace una semana, más o menos. Hoy a la mañana uno de los viejos hizo como un hoyo entre dos ladrillos, pero no llegó a ver el otro lado. Hurgue­teó con el dedo y después con un pedazo de rama que cortó del sauce; afuera el cemento se había secado, pa­rece, porque estuvo media hora dale que dale, para nada.
Poder mirar la calle es una gran cosa. La gente cru­za haciendo gestos y se ríe y a veces lo saludan a uno y cada tanto pasan camiones y colectivos y una vez pasó un circo. Yo ví muchos circos en mi vida pero ninguno tan importante como ése: un hombre dirigía la carava­na, vestido de frac, con galera y qué sé yo, caminando por el medio de la calle, meta subir y bajar un bastón rojo, y atrás toda la compañía: los camiones con altoparlan­tes, llenos de bailarinas, trapecistas, magos y de todo un poco, y el tractor con las jaulas y adentro los leones y los osos y los tigres y hasta un elefante. Todo el desfile en medio de un bochinche de la gran puta, con la músi­ca y un tipo que hablaba por un micrófono, y los pa­yasos saltando de aquí para allá todos pintarrajeados. No me puedo acordar el nombre del circo pero siempre pienso en los animales, en lo cambiado que estaba uno de los camiones que había sido un Ford 28, con una especie de torre llena de banderas y carteles. Pienso en eso y en uno de los payasos que me saludó desde la ve­reda. Se inclinó con el sombrero en la mano y se fue de un salto.